Calma tóxica

Todo empezó en 1930 cuando un químico sintetizó una serie de tinturas entre las que se encontraban las primeras benzodiazepinas. Seguramente no imaginó que la fabricación de estos compuestos causaría, treinta años más tarde, una verdadera revolución en el área de la medicina psiquiátrica y tendría un tremendo impacto para la industria farmacológica.
En 1955 se llevaron a cabo investigaciones con el fin de encontrar drogas con propiedades tranquilizantes. Se experimentó con algunas sustancias en animales y la inyección de benzodiazepinas produjo un fuerte efecto sedante en los roedores. A partir de este descubrimiento, que fue asumido públicamente como accidental, la empresa patentó inmediatamente la invención de las benzodiazepinas y apuró los ensayos en humanos para que se autorizara la venta.
En los años 60, el consumo de benzodiazepinas de hizo tan masivo en Estados Unidos y Europa que los Rolling Stones les dedicaron la canción "Mother's Little Helper" y en los 70 los típicos personajes neoyorquinos de las películas de Woody Allen se las mandaban como caramelos para calmar su angustia existencial.
El motivo del éxito de estas drogas probablemente se deba a los cambios de ritmo y estilo de vida a los que se enfrentaron los habitantes de grandes ciudades industriales plagadas de una enorme variedad de estímulos externos de naturaleza amenazante, condición que puede resumirse en una palabra: estrés. La regla de oro de las investigaciones era básicamente encontrar algún tipo de droga que atacara estos cuadros, pero que ala vez no disminuyera las capacidades intelectuales y el rendimiento físico de los sujetos. Es así que hasta el surgimiento de las benzodiazepinas, los tranquilizantes disponibles eran peligrosamente tóxicos y producían efectos colaterales graves.
El estrés, y la ansiedad asociada a este, es una respuesta normal del organismo que nos incita a estar alertas y preparados para tomar decisiones rápidas. Es un mecanismo fundamental que se desencadena al percibir un peligro real o imaginario. Las manifestaciones a nivel corporal son: aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, transpiración, temblores, debilidad y cansancio. Mientras que a nivel psicológico son: sentimientos de peligro inminente, falta de poder o pérdida de control de la situación, tristeza, aprehensión o inquietud. El problema es que en la sociedad de hoy en día ese estado se puede extender y hacerse más permanente.
No existe ningún tipo de dudas de que este tipo de estrés puede causar graves problemas en la salud psicofísica de las personas, y que el consumo de benzodiazepinas puede producir beneficios siempre y cuando se administren bajo estricto control médico y con criterio adaptado a cada persona.
Además de producir sedación general y relajación de los músculos, las benzos también pueden causar adormecimiento, mareos, falta de coordinación y disminución de la concentración y de la capacidad de estar alerta, esto sumado a situaciones cotidianas, como manejar vehículos, pueden generar un gran riesgo. Estas drogas también pueden causar deterioro cognitivo.
Otros efectos colaterales son la disminución de la libido y problemas de erección, resaca después de la ingeetsa, dolor de cabeza, depresión, desinhibición exacerbada, alteración del ritmo cardíaco, hipotensión, dolor de pecho, temblores, debilidad y varias otras cosas desagradables.
Debido a la facilidad de su compra y la falta de educación en la población general, las benzos no escapan al riesgo asociado a muchas drogas, como la autoadministración indiscriminada e inespecífica, el uso recreacional en combinación con otras sustancias y el consumo durante tiempo prolongado. El abuso de benzodiazepinas, además de producir deterioro cognitivo y psicomotor, puede generar tolerancia y llevar a la adicción.

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